Exposición no. 7.- In living color. Exposición colectiva de pintura e instalación. Del jueves 14 de enero al jueves 17 de marzo de 2016.
El color se puede convertir en una obsesión, una alegría y un tormento.
Claude Monet
Gran parte del arte representacional intenta interpretar el mundo de una manera realista, mimetizando los espacios tridimensionales y reproduciendo los objetos tal y como los vemos. Sin embargo, muchos artistas han adoptado otra manera de ver la realidad. Su arte no representa el mundo exterior ni intenta transportar al espectador a otro lugar. Los colores que utilizan ya sean claros u obscuros, brillantes u opacos, no significan ninguna otra cosa. El color, es un sujeto lo suficientemente bello e interesante en si mismo.
Bajo esta premisa, se presentan en esta exposición 15 obras que van desde la abstracción pura hasta una abstracción figurativa, desde una multiplicidad de color hasta una franca explotación de la monocromía.
En este orden, encontramos la obra Splash de Anna Carbonell y la instalación pictórica Integrando individualidad de Ingrid Sosa. Obras que se convierten en una llana exploración del color, en las que manchas de distintos tonos que aparentan estar ahí por accidente, nos invitan a indagar sobre la interacción de unos colores con otros. Ambas obras parten de los colores primarios: cian, magenta y amarillo, que al momento de interactuar generan colores nuevos ya sea por mezcla (Carbonell) o por superposición (Sosa).
En esa misma línea, pero con un mayor control de trazo, encontramos la obra Swirl de Anna Carbonell y Entre Albers y Kandinsky de Javier Hugón. En la primera, la artista detona un remolino que crece gradualmente generando una energía radiante y crea con él todo un espectro de colores vivos. La segunda es un homenaje a los primeros artistas que hicieron del color el tema mismo de la obra y al mismo tiempo es un estudio sobre la interposición de los colores.
Con una similar vivacidad de color, se presentan también las obras Playing with stripes de Adriana Maar y Cabeza explosiva de David Cruz. Ambas con una vibrante paleta, nos recuerdan la disposición vanguardista de pensar el color en base a sus colores adyacentes, es decir, que un color es el que es, según los colores que lo rodean. La primera nos muestra con un trazo riguroso el elemento más básico del dibujo (la línea), mientras que, en la segunda, las imágenes trascienden cualquier descripción precisa al tiempo que conserva elementos figurativos.
Dejando de un lado la diversidad de colores, con paletas de color más reducidas, se pueden encontrar la obra Falling de Adriana Maar y la instalación Inundaciones fantásticas de Ingrid Sosa. En la primera, la artista nos invita a imaginar que el color continuará en alguna parte, mientras que en la segunda, el color se convierte en un objeto que se desborda y que empieza a abarcar nuestra realidad.
Ahora bien, el uso del color también ha entrado en nuestro vocabulario para ayudarnos a describir nuestras emociones: “rojo de enojo”, “verde de envidia”, etc. Eso nos lo expresa Elia Amador en su obra Eyes rainbow, donde unos ojos lloran colores como una manera de transmitir distintas emociones.
Esas emociones las podemos ver también en el conjunto de obras donde vemos rosas: Días sin dolor de Fernando Navarrete, Ilusiones desbordadas de Ingrid Sosa, Huele a flores de Lola Márquez, y Rebeldía Rosa de Lulú Toris. En la primera, la viveza del color nos habla de la profunda preocupación del artista hacia el daño a la naturaleza. En la segunda, la artista nos habla de su sentido de vida y su relación con el mundo. En la tercera, la artista nos comparte el recuerdo de la primera vez que visitó un campo de rosas. Mientras que, en la última, la artista regresa al significado del color puro, intenso e iluminado como se ve en la naturaleza.
Y con ese color puro, nos encontramos con la obra monocromática Pink world robot de Eugenio Voirol, en la que utiliza una gama de color que circula en los magentas para mostrarnos una figura antropomorfa radiante y vivaz.